Nadie imaginó que era para siempre. El estadio de Estudiantes de La Plata fue inaugurado durante la navidad de 1907; allí se consagró campeón por primera vez, en el año 1913. Bajo la platea techada, que se emplazaba de espaldas a la calle 115, en letras rojas, figuraba el nombre de Jorge Luis Hirschi, hasta que fue demolido. Desde 1970 fue bautizado con este nombre la vieja cancha de uno y cincuenta y siete. Jorge Luis Hirschi nació en el año 1890, fue médico, pero antes fue futbolista: goleador del equipo que logro el ascenso de Estudiantes de La Plata a primera división en 1911 e integro el plantel campeón amateur del año 1913. En 1914, luego de abandonar su carrera de futbolista y previamente a ser presidente del club, Jorge Luis Hirschi se dedicó a ejercer su profesión en La Pampa. Mucho antes, fue el socio número cuarenta y cuatro del club; después fue el presidente, desde el 23 de enero de 1927 hasta el año 1932. Durante su presidencia, el club aumento considerablemente la cantidad de socios, y además, se construyó la pileta de natación reglamentaria, el buffet y se colocó el alambrado olímpico.
El domingo veintiocho de agosto del año 2005, en la ciudad de La Plata, ninguna de las personas que presenciaron, en el estadio, el clásico de la ciudad, tuvieron la oportunidad de tomar conciencia que, a las pocas horas de la finalización, quedaría decretado que ese partido fuera el último. Ninguno pudo saberlo, ninguno pudo atesorar en la memoria aquel domingo, envolver el recuerdo con el moño de la ultima vez. Al día siguiente, cuando se supo que el estadio fue cerrado por la Municipalidad, ya era tarde para la despedida.
¿Como aventurarse a pensar que aquel clásico era el último partido? Muchas veces el destino escribe una prosa lírica sorprendente, que sirve a la ficción, a la literatura. Este hecho constituye una más de las sobradas pruebas que demuestran que así sucede: los hechos reales son, en definitiva, tan poéticos como la ficción. Y ésta, generalmente, los reproduce sin escrúpulos, arbitrariamente, quitándoles el aura...
Alfonsina Rojas Castillo despertó en la mañana de aquel domingo 28 de agosto con un incesante cosquilleo en su estómago. Creyó que era producto de los nervios, de la ansiedad; nunca sospechó que el fino lápiz del destino la elegiría como protagonista de las ultimas líneas de la historia del estadio Jorge Luis Hirschi.
En el camino a la cancha, por costumbre, debido a que este ritual lo hizo cierta vez que Estudiantes obtuvo el triunfo, Alfonsina revisó en sus bolsillos para; asegurarse de tener a mano la entrada. Llegó a la esquina de 1 y 55 una hora antes del comienzo del partido. Ingresó al estadio, subió los escalones de la tribuna. Elegido el lugar, elegido el sector de la tribuna, elegido minuciosamente el tablón, se sentó. Luego, supo, también por costumbre, que no podía moverse de allí si pretendía acompañar la suerte de su equipo.
Fue una tarde soleada por momentos, en otros, las nubes se amontonaban en el cielo y recordaban que todavía era invierno. De todas formas, el clima de clásico ofrecía calor suficiente para desatenderse del frío. Minutos previos al inicio del partido, las tribunas estaban colmadas, los cánticos crecían en voces, alentaban, recordaban triunfos, se burlaban del rival.
Sin embargo hubo uno que no fue pronunciado en la previa. Alfonsina, como todos los que estaban presentes en la tribuna, notó la ausencia del cántico que había sido repetido un centenar de veces. Por primera vez en la historia, la superioridad de Estudiantes en el clásico se vio suspendida por una paridad momentánea. Cantar sobre la paternidad, por ésta única vez, no tenia sentido.
Los jugadores ingresaron al campo de juego y Alfonsina Rojas Castillo miro hacia abajo, para comprobar que sus pies se paraban en el mismo tablón elegido por ella cuando llego al estadio. A través las maderas de la tribuna de calle cincuenta y cinco, observó como el techo del viejo vestuario comenzaba a cubrirse de pequeños papeles de diario recortados.
Durante todo el primer tiempo, el cosquilleo en el estomago de Alfonsina no cesó. El partido era parejo y los gritos la hinchada variaban entre aliento, burlas, y nervios. Los quince minutos del entretiempo fueron casi veinte. En ese lapso, Alfonsina Rojas Castillo permaneció sentada en el mismo tablón.
A los cuatro minutos del segundo tiempo, el Tano Ortiz, zaguero de Estudiantes, jugo rápido un tiro libre hacia la izquierda, donde se encontraba el elegante zurdo Carrusca, quien alargo el pase hacia la posición de Pavone; éste desbordó a su marcador y lanzo el centro rasante hacia el área rival, allí el eterno verdugo Calderón, ante la inacción del arquero y defensores rivales, los madrugo con un simple toque corto a la red. Para sellar esta jugada, Calderón salio a festejar revoleando su camiseta.
La tribuna exploto en el festejo. Alfonsina Rojas Castillo se perdió festejando en medio de una avalancha de gente provocada por el gol. Sin embargo, a Alfonsina la euforia no le impidió dar cuenta de que había abandonado el tablon elegido antes del partido, de modo que debía recuperar su lugar en la tribuna, no vaya a suceder que cambie la suerte.
Mientras transcurrían los minutos del segundo tiempo, el cosquilleo en el estomago de Alfonsina crecía, al mismo tiempo que incrementaba el movimiento del tablón en el cual estaba parada.
Alfonsina noto que la madera comenzó a resquebrajarse; advirtió que corría peligro si no abandonaba su lugar. Pero Estudiantes iba ganando, y esto la obligaba a permanecer en el tablón cueste lo que cueste. Cerro los ojos, rogó que la madera aguante hasta que el juez pitara el final del partido, se propuso permanecer inmóvil. Pero los muchachos fervorosos, que gritaban alrededor de Alfonsina no dejaban de saltar, incluso en el mismo tablón.
Los motivos que hicieron que el tablón quebrara y Alfonsina cayera, quedaron en los informes de los peritos y de la inspección municipal. Bastaron algunos días de reposo para que Alfonsina vuelva a su rutina diaria. Solo tuvo algunos raspones y golpes leves.
El estadio fue clausurado, en principio, por tiempo indeterminado, aunque como fue adelantado, nadie imaginó que la clausura era para siempre.
Lo cierto es que Alfonsina, al permanecer en el tablón hasta último momento, ayudo a la suerte de su equipo. Sin saberlo, además de protagonizar por capricho del fino lápiz del destino, las últimas lineas del Estadio Jorge Luis Hirschi, Alfonsina Rojas Castillo permitió que la hinchada volviera a cantar: "que nacieron hijos nuestros...".
Texto: Fabricio Breccia
Fuente: Revista Dinastía Heroica Nro 23
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El domingo veintiocho de agosto del año 2005, en la ciudad de La Plata, ninguna de las personas que presenciaron, en el estadio, el clásico de la ciudad, tuvieron la oportunidad de tomar conciencia que, a las pocas horas de la finalización, quedaría decretado que ese partido fuera el último. Ninguno pudo saberlo, ninguno pudo atesorar en la memoria aquel domingo, envolver el recuerdo con el moño de la ultima vez. Al día siguiente, cuando se supo que el estadio fue cerrado por la Municipalidad, ya era tarde para la despedida.
¿Como aventurarse a pensar que aquel clásico era el último partido? Muchas veces el destino escribe una prosa lírica sorprendente, que sirve a la ficción, a la literatura. Este hecho constituye una más de las sobradas pruebas que demuestran que así sucede: los hechos reales son, en definitiva, tan poéticos como la ficción. Y ésta, generalmente, los reproduce sin escrúpulos, arbitrariamente, quitándoles el aura...
Alfonsina Rojas Castillo despertó en la mañana de aquel domingo 28 de agosto con un incesante cosquilleo en su estómago. Creyó que era producto de los nervios, de la ansiedad; nunca sospechó que el fino lápiz del destino la elegiría como protagonista de las ultimas líneas de la historia del estadio Jorge Luis Hirschi.
En el camino a la cancha, por costumbre, debido a que este ritual lo hizo cierta vez que Estudiantes obtuvo el triunfo, Alfonsina revisó en sus bolsillos para; asegurarse de tener a mano la entrada. Llegó a la esquina de 1 y 55 una hora antes del comienzo del partido. Ingresó al estadio, subió los escalones de la tribuna. Elegido el lugar, elegido el sector de la tribuna, elegido minuciosamente el tablón, se sentó. Luego, supo, también por costumbre, que no podía moverse de allí si pretendía acompañar la suerte de su equipo.
Fue una tarde soleada por momentos, en otros, las nubes se amontonaban en el cielo y recordaban que todavía era invierno. De todas formas, el clima de clásico ofrecía calor suficiente para desatenderse del frío. Minutos previos al inicio del partido, las tribunas estaban colmadas, los cánticos crecían en voces, alentaban, recordaban triunfos, se burlaban del rival.
Sin embargo hubo uno que no fue pronunciado en la previa. Alfonsina, como todos los que estaban presentes en la tribuna, notó la ausencia del cántico que había sido repetido un centenar de veces. Por primera vez en la historia, la superioridad de Estudiantes en el clásico se vio suspendida por una paridad momentánea. Cantar sobre la paternidad, por ésta única vez, no tenia sentido.
Los jugadores ingresaron al campo de juego y Alfonsina Rojas Castillo miro hacia abajo, para comprobar que sus pies se paraban en el mismo tablón elegido por ella cuando llego al estadio. A través las maderas de la tribuna de calle cincuenta y cinco, observó como el techo del viejo vestuario comenzaba a cubrirse de pequeños papeles de diario recortados.
Durante todo el primer tiempo, el cosquilleo en el estomago de Alfonsina no cesó. El partido era parejo y los gritos la hinchada variaban entre aliento, burlas, y nervios. Los quince minutos del entretiempo fueron casi veinte. En ese lapso, Alfonsina Rojas Castillo permaneció sentada en el mismo tablón.
A los cuatro minutos del segundo tiempo, el Tano Ortiz, zaguero de Estudiantes, jugo rápido un tiro libre hacia la izquierda, donde se encontraba el elegante zurdo Carrusca, quien alargo el pase hacia la posición de Pavone; éste desbordó a su marcador y lanzo el centro rasante hacia el área rival, allí el eterno verdugo Calderón, ante la inacción del arquero y defensores rivales, los madrugo con un simple toque corto a la red. Para sellar esta jugada, Calderón salio a festejar revoleando su camiseta.
La tribuna exploto en el festejo. Alfonsina Rojas Castillo se perdió festejando en medio de una avalancha de gente provocada por el gol. Sin embargo, a Alfonsina la euforia no le impidió dar cuenta de que había abandonado el tablon elegido antes del partido, de modo que debía recuperar su lugar en la tribuna, no vaya a suceder que cambie la suerte.
Mientras transcurrían los minutos del segundo tiempo, el cosquilleo en el estomago de Alfonsina crecía, al mismo tiempo que incrementaba el movimiento del tablón en el cual estaba parada.
Alfonsina noto que la madera comenzó a resquebrajarse; advirtió que corría peligro si no abandonaba su lugar. Pero Estudiantes iba ganando, y esto la obligaba a permanecer en el tablón cueste lo que cueste. Cerro los ojos, rogó que la madera aguante hasta que el juez pitara el final del partido, se propuso permanecer inmóvil. Pero los muchachos fervorosos, que gritaban alrededor de Alfonsina no dejaban de saltar, incluso en el mismo tablón.
Los motivos que hicieron que el tablón quebrara y Alfonsina cayera, quedaron en los informes de los peritos y de la inspección municipal. Bastaron algunos días de reposo para que Alfonsina vuelva a su rutina diaria. Solo tuvo algunos raspones y golpes leves.
El estadio fue clausurado, en principio, por tiempo indeterminado, aunque como fue adelantado, nadie imaginó que la clausura era para siempre.
Lo cierto es que Alfonsina, al permanecer en el tablón hasta último momento, ayudo a la suerte de su equipo. Sin saberlo, además de protagonizar por capricho del fino lápiz del destino, las últimas lineas del Estadio Jorge Luis Hirschi, Alfonsina Rojas Castillo permitió que la hinchada volviera a cantar: "que nacieron hijos nuestros...".
Texto: Fabricio Breccia
Fuente: Revista Dinastía Heroica Nro 23
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Bueníiiisimo!! Qué partidito para cerrar el Estadio! Ojalá se reinaugure pronto, de la mano de la Bruja.
ResponderEliminarHola Ale, es el deseo de todos volver a 1y57, y esperemos que pronto se pueda hacer realidad... Se luchó mucho y ahora parece que se puede dar.
ResponderEliminarIgual "los tablones nunca los olvidaré!"...
Abrazo.
25/08/05 en La Plata: Estudiantes 2 (Mariano Pavone y Marcelo Carrusca), Banfield 1 (Marcos Galarza)
ResponderEliminarx copa sudamericana 2005, el verdadero ultimo partido en 1 y 57.