Guarde Dios a este olavarriense en la gloria. Media 1,95 y se ganaba la vida con Io que viniera: descargando carros de frutas, embolsando en el molinero harinero Campodónico y en sus últimos días lustrando botas por monedas.
A Felipe Montedónica lo conocieron futbolistas, directivos y en especial los hinchas que frecuentaban todos los domingos la cancha. De local no pagaba entrada. Ingresaba como si fuera de él, y eso se lo ganó por ser un infaltable y ferviente personaje en cuanto partido se presentara el equipo al que él, por esta manera tan particular de ser, le dio el apodo eteno: "Pincharrata”.
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A pesar de que muchos porteños, y platenses también, confundan aún que Io de Pincha viene por los estudiantes de medicina que experimentaban con las ratas en los laboratorios, o por aquel mito totalmente falso de que Zubeldía mandaba a pinchar con alfileres, fue por el guapo de Felipe que en la ciudad nació la enamoradiza y despectiva palabra “Pincharrata”.