Un agradecimiento a Luca Gandini, hincha del Inter de Milan y gran conocedor del equipo de Zubeldía, que me mandó esta entrevista de la revista italiana "Guerin Sportivo", de 1999, traducida por él.
Rebuscando en mis
archivos, conseguí un interesantísimo documento sobre uno de los
campeones más célebres de la historia de Estudiantes: Juan
Sebastián Verón.
Fue una larga
entrevista realizada por el periodista Matteo Dalla Vite y
publicada en la famosa revista italiana “Guerin Sportivo”
número 43 en el octubre de 1999.
En aquel entonces,
la Serie A era probablemente la liga más prestigiosa y
competitiva en Europa, y La Brujita una de las estrellas más
brillantes del “calcio” italiano. No fue un caso que, gracias
a su talento, la Lazio, en aquella temporada, conquistó el
título y la Copa nacional.
En esa entrevista,
“Seba” habla de todo: de su infancia, de su familia, de
Maradona y de muchos otros temas, mostrándose un personaje
auténtico y sin titubeos a exponer sus ideas.
LA BRUJITA
ENCANTA EL “CALCIO”
Roma:
«Tenía ocho
años y todos los amigos míos coleccionaban las figuritas. Yo no
podía, no me las compraban. Entonces un día hurgo en el bolso de
mamá (Cecilia) y a escondidas retiro un poco de dinero como en el
cajero automático, y llego volando al kiosco.
Eran las figuritas de la Selección Argentina,
me moría de ganas por tenerlas, por pegar la de Maradona, mi rey.
Entonces voy, las compro y me queda un poco de resto: ¿Qué hago?
Claro, me desentiendo
de todo y lo echo en el jardín de mi vecino. El cual, el día
siguiente, se encuentra con mi madre y le pregunta si había
perdido unos pesos. Ella se había percatado de todo, pero le
faltaban las pruebas. ¡Encontradas! Mis padres me hicieron llorar
dos horas, gritando que habrían llamado a la policía y que habría
pasado toda la noche en prisión. Desde entonces, todas la veces que
veo esas uniformes, es un shock».
-Una
hora transcurrida con “Seba” Verón es una hora que repetirías
siempre: porque la banalidad está en offside, porque un Maradona
descrito así (como leeréis) nunca se lo puede imaginar, porque del
“Che” Guevara al sexo y de las fugas a los regresos, hay toda la
personalidad de este chico de los ojos de simpática canalla.
«Ahora
puedo decir ser un chico tranquilo, pero una vez era un loco, un loco
en serio».
-Hablemos
de aquella vez...
«...Aquella
vez en que robé el auto a mi papá Ramón con la asistencia de mi
primo Pedro. Todavía no tenía el permiso de conducir, entonces le
dije: vamos, primo, enseñame a conducir. Bueno: él tiene a los
pedales, mientras que yo maniobro al volante. La primera vuelta, todo
bien, estabamos lejos de casa, pero en la segunda Pedro apreta el
acelerador y chocamos contra una planta terminando en un hoyo. Vuelvo
a casa corriendo, llamo a papá y faroleo un poco: ¿Por favor nos
ayudas que pinchamos una rueda? Cuando vio el auto destruído, casi
me mata...».
-Y aquel
día en que vos, a los dos años, fuiste expulsado por el árbitro...
«Aconteció
en el período en donde mi padre jugaba en Colombia: yo hacía de
recogepelotas y de improviso una pelota se me escapa en la cancha
durante el partido. Yo entro, tranquilo, como si fuera en el parque
infantil detrás de mi casa. Llega el árbitro, bramido en las
tribunas, carcajada colosal y tarjeta roja para el pibe Verón».
-La
Brujita.
«Mi padre
siempre ha sido La Bruja, porque hacía magias con la pelota. Yo, que
soy su heredero, soy La Brujita. En Argentina, todo el mundo me llama
así: “Hola Brujita”. Es normal, me suena simpático y no
ofensivo».
-¿Es
difícil tener una “estrella” como padre?
«Papá
Ramón también me entrenó, en Estudiantes, y ha sido un campeón en
serio: en 1968 anotó el gol contra el Manchester United de Charlton
y Best que fue decisivo en la conquista de la Copa Intercontinental.
El año siguiente, al contrario, tuvo que rendirse al Milan de
Rivera. Era y es un mito, papá, como se mueve, todo el mundo lo
saluda. Si vas al estadio con él, parece una caldereta».
-Como
tú.
«Te digo
la verdad: en Argentina yo siempre me escapaba, de la escuela cuando
era un niño y de las concentraciones cuando eran demasiado largas».
-¿Y lo
contás así?
«Sí, y
vistiendo el chándal de mi club iba a ver a una chica con la que
pasaba una horita buena».
-¿La
primera vez con el sexo?
«Pagando.
Tenía 14 años. Sabes como es... En compañía, anda vos, no, anda
vos, fue así...».
-¿Y la
“última” antes del partido?
«Puede ser
aun en la noche anterior».
-¿Entonces
son todas mentiras las que nos cuentan entrenadores, preparadores y
científicos de la pelota?
«Mira,
para mí es así: si me va, voy. En los partidos nunca tuve las
piernas flojas por ello».
-Pero
cuando te apareció Diego...
«En el mes
de marzo de 1996, después de mi período en el Estudiantes, llego a
Boca Juniors. Un par de días antes, la televisión había emitido
una entrevista de Diego en donde decía: “Estoy contento que Boca
haya adquirido a un jugador fuerte y joven como Verón”. Bueno, fue
como romper el hielo».
-Y solo
era el aperitivo.
«Yo no lo
conocía personalmente. Yo era el pibe y él el rey, el campeón de
las figuritas, del Napoli, de la Selección, de mis sueños. Llego a
Boca y, aunque sea descalificado, Bilardo me agrega al equipo,
diciéndome: “De esta manera te familiarizas”. Vamos al hotel de
la concentración y me presento a los nuevos compañeros, pero Diego
no está. “Esta en su habitación” me dicen, y mientras me
encuentro delante del ascensor, las puertas se abren y...».
-El
Pibe.
«Yo me
vuelvo “tonto”: porque empiezo sudando, casi no me tengo en pie,
mi mano tiembla y no puedo que decirle un banalísimo “Buenos
días”».
-¿Y él?
«Él me da
una bofetada en el hombro dándome la bienvenida. Yo estaba
petrificado, sin saber qué decir o hacer».
-Aquel
año, 17 partidos, 3 goles y...
«Su
camiseta, la número 10 que le regalé a mamá Cecilia. Estaba más
contenta ella que yo».
-¿Diego
nunca te besó como hizo con Caniggia?
«Nooooo.
La verdad es que podes esperar todo de él, solo tenes que estar
listo. Aquella vez, durante el beso, nos echamos a reír como locos».
-Esperaste
todo de él, entonces...
«Mira, yo
adoraba a Maradona cuando jugaba en la calle y lo adoro hoy, que el
teléfono nos acerca cada vez que queremos. Cuando era un niño,
madrugaba para ver sus partidos con el Napoli, nunca me los perdía.
Un día sin verlo era un día sin sentido ni sabor».
-Pochoclos
y nostalgia: hoy basta ir al cine para verlo.
«Quizás
iré. Pero me bastó hablar con él hace tres semanas».
-¿Cómo
anda?
«No está
en su mejor momento. No. Diego tiene un corazón grande, no sabes
cuanto, y cuando amas a una persona, te sientes hundir junto con
ella. Y a Diego yo lo amo. Ahora no cuento de sus malas compañías,
todo el mundo lo sabe; te cuento de un hombre que no sabe refrenar,
que va por un cierto camino y que no consigue cambiar su dirección».
-¿Nunca
tuviste el coraje de hablar con él?
«Para mí
es muy difícil decirle “¡Basta!”. No sé... no tenía la
fuerza, casi como si algo siempre frenaba todos mis intentos. Algunas
veces estábamos en concentración y él desaparecía cinco minutos.
Después volvía y era otra persona».
-¿Nunca
lloraste por ello?
«No
recuerdo. Sé que la última vez que lloré fue cuando nació mi hija
Jara, hace tres meses. Lágrimas de felicidad».
-Florencia
es la mamá y la novia tuya.
«La
conozco desde ocho años y también fue la cómplice de un robo de
automóvil a mi padre. Uno de los tantos».
-¡Entonces...
eras un loco!
«Sí, lo
era. Pero el pasado verano tuve un accidente con una Chrysler: mira
esta cicatriz en la cabeza... Es un pequeño recuerdo...».
-¿Todos
así en tu familia?
«Gracias a
Dios no. Mi hermano Iani de 13 años y mi hermana Yesmil de 18,
siempre han sido más tranquilos: ellos han cumplido con sus
estudios, mientras que yo, la escuela, la odiaba visceralmente».
-Hasta
que llegaste a ser un reparador de neumáticos.
«Sí, “el
gomero”. Me divertía y ganaba un poco. Tenía 15 años, madrugaba
a las 7 y probablemente fue por esto que duró sólo 6 meses.
Demasiado duro».
-¿Infancia
feliz, la tuya?
«Muy
feliz. Porque aunque podía tener mucho, me contentaba con poco. Hoy
los niños se aboban en casa con la Playstation, mientras que yo
jugaba al fútbol en la calle o hacía la guerra con las pinzas
usándolas como pistolas. Todo simple, pero todo auténtico».
-¿Como
la amistad con quién?
«Con
Hernán Crespo, un chico maravilloso con el que me llevo muy bien
desde años. Yo y él nos completamos, porque – entre otras cosas –
es más tranquilo que yo».
-¡Y
dale!
«Mira, yo
me gusto, pero si tú me preguntas: “¿Querrías clonarte?” yo te
respondería que no, porque un tipo como Verón ya basta. Tengo el
mérito de ser el mismo chico de siempre, pero sé también que tengo
el defecto de exagerar».
-Lunático,
entonces.
«Así
así».
-¿Y
aquel pendiente?
«Tengo
solo uno, esto, con los brillantes. Pero tengo también dos colgantes
que valen mucho: la “Brujita” y “León”, la mascota de
Estudiantes».
-¿Y
cuántas Ferrari?
«Una, de
color gris. Si pudiera nacer nuevamente, me gustaría ser un piloto
de Fórmula 1».
-¿Schumacher
o Irvine?
«Schumacher.
Es el número 1: y si alguien dice que es antipático solo porque no
habla el italiano, bueno, no entiende nada».
-Brujita,
acciona tu escoba y vuela atrás en el tiempo.
«Me
gustaría ir a cena con dos personajes: Napoleón y Ayrton Senna».
-Tres,
te faltó el “Che” Guevara, que es un punto de referencia también
para el Diego.
«Acá
tengo un tattoo que lo representa. Un tattoo enorme».
-¿Qué
significa Che Guevara para tí?
«Mmmmh,
nadie me había hecho esta pregunta antes. Él es un símbolo, un
luchador, un hombre que puso sus ideas delante de todo, sacrificando
su vida por ellas».
-¿También
tiene un significado político?
«Solo
humano».
-¿Qué
harías por tus ideas?
«Todo.
Nunca tuve titubeos a exponerlas».
-¿Verón
tiene miedo?
«Sí, para
Argentina, porque la situación actual está colma de criminalidad,
de problemas, de tirones, de robos, de violencia. Entonces me asusta
que mi hija pueda ver un mundo así cruel».
-¿Si
pudieras escribir un libro, qué tema elegirías?
«¿No
fútbol? Bueno, entonces hablaría de sexo y droga. Y también de
amistad: en mi vida sólo una vez he odiado, cuando fui traicionado
por un amigo».
-Verón y los
periodistas.
«Nos
encontrábamos en Francia, en ocasión del último Mundial, y salió
la noticia según la cual estaba implicado en un caso de doping.
Bueno: todos los periodistas argentinos que reputaba amigos, que en
pasado habían comido en mi casa, que en los años precedentes me
abrazaban, todos me acusaron. Todos menos uno».
-Nombre
y apellido, Seba.
«No viene
el caso. De todas formas, es por esta razón que nunca haré tu
profesión. Anteponiendo que, en todas las profesiones, están los
justos y los cabrones».
-Entonces:
nombre y apellido del compañero más loco que encontraste.
«Mmmh no
sé. El campeón del futuro es sin duda Aimar».
-El
loco, Seba, el loco. ¿Martín Palermo?
«Jajaja,
es un loco de verdad, pero un loco juguetón. Pero una vez con los
Barros Schelotto...».
-¿Juergas?
«Al
contrario, palos de ciego. Martín y los dos mellizos Guillermo y
Gustavo Barros Schelotto – ahora juntos en Boca Juniors –
nacieron y crecieron juntos. Han compartido bromas, compañías y
juegos. Pero al principio de la carrera, sus caminos futboleros se
habían separado, por lo tanto empezaron provocándose como si la
infancia nunca los hubiera unidos. Una noche, en la disco, tras un
clásico de La Plata, se pegaron como acérrimos enemigos. Parecían
endemoniados».
-Siendo
una Bruja, tenes dos magias a tu disposición: la primera.
«Realizo
un sueño. Conocer al Papa».
-La
segunda.
«Encuentro
el coraje».
-¿De
hablarle?
«No. De
decir al Diego algunas cosas».
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